viernes, marzo 20, 2015

Breve entrevista a una novel historiadora venezolana (2): María Magdalena Ziegler (1º parte)



No conocía a la profesora María Magdalena Ziegler hasta que me fue presentada por la historiadora Lucía Raynero, lo cual le agradezco por ser una persona con una gran vocación docente y que me ha permitido redescubrir - con esta entrevista que ahora les ofrezco - la gran importancia que tiene la historia del arte. 

Profeballa
 
1.        Foto de María Magdalena Ziegler

2.         Resumen de su vida como historiador: (ciudad de nacimiento, año), ciudad donde vive actualmente, pregrado, postgrado, docencia, investigación, publicaciones (ENVIAR LISTA POR FAVOR).

Nací en Caracas, en 1971, pero viví hasta hace 5 años en Los Teques. Ahora vivo en la bipolar Caracas. Soy Licenciada en Artes (mención artes plásticas) de la UCV; hice estudios de postgrado en Historia y Teoría de las Artes Plásticas en la misma casa de estudios; también estudios avanzados en Teología en el ITER-UCAB; soy Magister en Historia de las Américas de la UCAB y doctorando en Historia de esta universidad (actualmente estoy a merced del Prof. Elías Pino Iturrieta, mi tutor). La docencia me interesó desde mi ingreso a la UCV y en ella di mis primeros pasos, pero como pocos terminan siendo profeta en su tierra (o su alma mater), pues fue la Universidad Metropolitana la que me abrió las puertas al ejercicio de este maravilloso oficio desde 2002. El responsable fue el Prof. Oscar Abdala para quien reservo un “gracias” escrito en todos los idiomas (vivos y muertos). 


He dedicado mis esfuerzos como investigador al área de las artes y la cultura, especialmente al arte religioso cristiano y el patrimonio cultural. No obstante, soy de esos investigadores atrapados en la docencia, muy preocupada por los cambios en la Educación superior en tiempos de la tecnología y la internet, lo cual resta tiempo valioso para la investigación histórica. Pensar y repensar clases no deja mucho espacio para investigar más allá de la propia clase. Allí ha estado mi esfuerzo fundamental, investigo para que mis clases nunca sean iguales y siempre un poco mejores. El reto para un docente hoy es inmenso y debemos dejar de producir alergias entre los estudiantes. Hoy debemos ser puentes que les permitan cruzar al mañana. Eso ha tenido prioridad para mi.


Soy profesora a tiempo completo en la Universidad Metropolitana (Unimet) desde el año 2007 y actualmente no sólo dicto clases en el área de historia de la cultura y el arte en esa universidad sino que trabajo como coordinadora de producción de cursos para Unimet en línea, un proyecto maravilloso de educación gratuita y masiva que la será lanzado este año (¡Único en América Latina!). Sí la tecnología y yo nos llevamos muy bien, por ello los muchachos de Teachlr (jóvenes emprendedores venezolanos) me convencieron para lanzarme al agua con un curso gratuito en línea en su portal (www.teachlr.com): Apreciar el arte y su historia. 


He publicado poco por lo antes expuesto, algunos artículos sobre historia del arte religioso cristiano en la revista Cuadernos Unimetanos (Unimet), un estudio sobre Alfredo Boulton como historiador del arte publicado en la revista Almanaque (Unimet) y dos libros: Arte, sociedad y religiosidad en la Caracas mantuana del siglo XVIII (Unimet 2010) y El Siglo XX en sus propias palabras (Unimet 2013), a éste último le tengo especial cariño, pues es una recopilación personal de palabras dichas en el siglo XX por personajes históricos fundamentales, con un estudio preliminar para cada una. También colaboré con un artículo sobre la imagen de la Inmaculada Concepción en el arte venezolano del siglo XIX para el libro La religiosidad en los siglos XVIII y XIX (Unimet 2009).


(Perdone que no sea una lista, pero no creo que valga la pena hacer una lista de artículos que es lo que más he publicado).

3.         ¿Cuándo y cómo nació su vocación como historiador? 

La historia como disciplina es para mí lo que la clorofila es a las plantas. Soy historiadora por naturaleza, todo lo veo con ojos de historiadora, no importa si es una película, una canción o una obra de arte, incluso una licuadora es para mí un objeto histórico. No tengo remedio y no puedo decir cómo comenzó, porque así me he sentido siempre.

4.         ¿Qué lectura, película-serie, o persona fortaleció dicha vocación?

Ernst H. Gombrich, a él debo el empujón final. Leer sus libros fue toda una epifanía, no tanto por lo que decía, sino por el amor inmenso con que decía cada frase. Gombrich me hizo ver que uno se puede enamorar de la historia y del arte, que es válido, que no iba a ser una paria si declaraba mi amor por la historia del arte. Aprendí de él que la erudición es un ídolo que puede llegar a paralizar a cualquiera y que nunca se alcanza buscándole, sino dejando de temerle. A los ídolos hay que desacralizarlos y Gombrich me enseñó cómo hacerlo. El Prof. José María Salvador González fue, sin duda, un norte. Mi admiración por él, sus logros y su incansable esfuerzo es enorme. Pero también el Prof. Oscar Abdala, de quien aprendí que dedicarse a los estudiantes es un apostolado que no tiene las recompensas del estrellato editorial y cuya retribución no está fuera sino dentro de uno mismo.
 
5.         ¿Cómo fue su experiencia en el pre y/o postgrado de historia?

En ambos casos maravillosa, no sólo por los profesores que pudieron estimularme o inspirarme, sino por aquellos que se ocuparon por alzar los más grandes obstáculos. De todos aprendí a marcar mi camino y a no permitir que nadie más lo hiciera. Al estudiar Artes en pregrado terminé absolutamente seducida por la historia del arte, era natural. Soy de las que sufro de un crónico Síndrome de Stendhal. Por ello a todos mis estudios de postgrado he llevado el arte conmigo, aun a pesar de la mirada escéptica de muchos de mis profesores en ese nivel. El arte provoca desconfianza y me encanta retar a quien la siente y desplegar mis cartas sobre la mesa para dejarlos con una sonrisa. En otros países la habría tenido más fácil, el arte es mejor apreciado en cualquier otro lado. Pero me encanta haber tenido que hacer grandes esfuerzos, para demostrar cosas harto aceptadas en otras partes. Ese ha sido el mejor postgrado. 

6.         ¿Cuál fue su primer escrito como historiador o cuál fue el que más le gustó? ¿A quién se lo dedicó?

Mi primer estudio histórico fuera de las aulas de clase fue un texto que escribí para el catálogo de una exposición antológica de Bárbaro Rivas cuando trabajaba en el Dpto. de Educación en la Galería de Arte Nacional. Estaba recién graduada de pregrado y me emocionó mucho hacerlo y que lo incluyeran en ese catálogo. Versó sobre la temática religiosa en la obra de Rivas.


Mi primer escrito como historiadora en serio fue mi tesis de maestría que luego se convertiría en el libro Arte, sociedad y religiosidad en la Caracas mantuana del siglo XVIII (Unimet, 2010). Lo dediqué “a la imagen de la Eternidad, al trono de lo Invisible”, robándome unas palabras de Lord Byron. Pero el que más me ha gustado no es de historia del arte propiamente, es el libro El Siglo XX en sus propias palabras (Unimet, 2013), porque lo siento muy personal. Lo dediqué “a todas aquellas voces anónimas que, a pesar de su coraje, no han encontrado un lugar en las páginas de la historia del siglo XX”. Debo agradecer al Prof. Alfredo Rodríguez la oportunidad de publicarlo, fue para mí una catarsis y él, la mano amiga que lo permitió. 

7.         ¿Cuál escuela historiográfica sigue y por qué?


La historia cultural es ya para mí la única manera de ejercer el oficio. Ya no puedo pensar en hacer historia del arte sin mirar desde la historia cultural. Insignes como Jacques Le Goff y Peter Burke, serían los principales culpables, pero la lista es larga. La historia cultural no es historia de mentalidades ni es historia de las ideas, se trata de una comprensión más completa, más sincera y con menos prejuicios disciplinares. Leer a Paul Ricoeur y Zygmunt Bauman ha sido un bálsamo enriquecedor. Los historiadores no pueden regodearse sólo en su disciplina, tienen que abrir las ventanas y tomar aire en otras, sin miedos ni mezquindades. Leo a Jacques Barzun y me emocionó, porque no es mezquino, es abierto y trabaja como ingeniero lanzando puentes por doquier. ¡Eso es extraordinario!

8.         ¿Qué tiempo diario o semanal le dedica a la historia? 

Pues vivo dedicada a la historia todo el tiempo, pero con la formalidad del caso, para producir publicaciones -más allá de las notas personales que desparramo por los varios cuadernos que uso simultáneamente- bastante poco. Debería dedicar más. Es mi meta para este año. Pero constantemente leo y releo, porque preparar clases implica una revisión constante. 

9.         ¿Cuáles son sus ritos cuando se dedica a escribir sobre historia?

Ritos, ninguno. Soy poco ritual. Lo único que requiero es mi computadora y acceso a la internet. Requiero tener a la mano mis fuentes primarias (que normalmente son obras de arte, por lo que las tengo en digital en mis archivos) y mis libros (a los que prefiero impresos y no digitales, pero a veces no se puede ser tan exquisito). Una vez que comienzo a escribir, alguien tiene que pararme. Tengo ese defecto alemán de no poder decir las cosas como los ingleses que son tan concretos. Pero lo disfruto mucho.
 


(Mañana concluye).

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